martes, 11 de julio de 2006

Suerte

Tan frio e inerte. Fuente de respuestas.

Infinidad de preguntas rondaban por su cabeza desde hace dias. Preguntas hechas por la humanidad desde el principio de los tiempos que apelaban a la casualidad, a la causalidad, a la existencia de un ente superior, al destino, y al indescifrable "por qué a mí". Preguntas que se hacía allí delante de la mesa, con aquel trozo de metal girando al compás que marcaba su dedo índice al empujar el cañón.
A un lado de aquel juez de metal había una foto y una bala. La bala era del calibre 38. El calibre de la foto lo definían el hombre y la mujer pintados en ella, muy atractivos y sonrientes, abrazados y rodeados de infinidad de colores en aquel parque de atracciones. En aquel momento dudaba sobre cual de los dos objetos era mas peligroso.

Cogió el arma entre sus manos y con el dedo pulgar separó el tambor, cargó la bala, y con una sacudida rápida y seca como había visto en cientos de películas, hizo que el revólver recuperase su forma original, pero esta vez con un demonio de pólvora y metal en sus entrañas.

Lentamente y con mucha parsimonia, con aquella mirada perdida en la fotografía como si pretendiera introducirse dentro de ella, empezó a girar una y otra vez el tambor mientras las preguntas giraban en su cabeza en sentido contrario.
Súbitamente detuvo el giro y todo pareció suceder a la vez. La foto. Un marco roto en el suelo. Un cajón abierto donde reposaba el revólver. Una caja de bombones derritiéndose sobre la mesa del salón con una dedicatoria sin abrir. El suspiro mas largo de su vida. El cañón apuntando a la cabeza. Unas manos sudorosas. Ojos cerrados. Cada vez mas presión en el gatillo. Clic.

Se levantó de la silla, rompió la foto en dos pedazos y guardó el trozo en el que salía ella en su bolso. El otro trozo lo dejó allí sobre la mesa del dormitorio, junto al revólver todavía cargado. Le dió la espalda a la cama, a él y a la sangre que le manaba de su frente gracias al golpe con el marco de metal y salió de su casa.

Nunca mas volvieron a verse. Y él había tenido suerte de que el juez de metal le perdonase su infidelidad...