domingo, 12 de marzo de 2006

Criatura (Maldito: Parte tercera)

El gruñido y las pisadas fueron perdiendo intensidad poco a poco. Garold seguía con la misma postura, desafiante, esperando a la bestia secuestradora de cadáveres que habría de salir de la gruta.

Súbitamente volvió a escuchar el gruñido, esta vez mucho menos estridente, y de la oscuridad de la entrada pareció materializarse un hocico, seguido del resto de partes que formaban el cuerpo de un lobo. Su expresión mostraba una rabia dificil de contener entre los colmillos teñidos de sangre, pero toda apariencia feroz era burlada por su tamaño.

- Mmmmmmm. - Garold bajó la espada. - Ahí tienes a tu ladrón de cadáveres. -

- No deberías dejar tu postura, tiene pinta de fiero.

- Sí. Tiene pinta de fiero. Y su madre seguro que tendría mas. -

Dió un paso hacia delante y la fiera reculó un poco, mostrando de nuevo sus colmillos ensangrentados.

- Mira lo que hago. - Le dedicó una mueca burlona a la espada, abriendo la boca y guiñando un ojo.

- Que pretendes hacer, no seas loco, ¡¡que tiene colmillos!!.

Un grito que cualquiera hubiera identificado con la matanza de un animal o con una tribu salvaje emergió de la garganta de Garold, mientras corría hacia la roca haciendo aspavientos con la mano de la espada. La bestia feróz de repente centró toda su atención en algo que habría en lo mas profundo de la gruta y volvió corriendo en aquella dirección.
Por primera vez, a la risa de Garold se sumó la de su arma, que con su entonación hacía que pareciese un concurso de niños apedreando sartenes.

- Bueno, ¿puedo ir ya a la posada?. - No diría nada, pero las heridas que había sufrido antes no dejaban de molestarle.

- Todavía no has enterrado el cuerpo.

- Pero que cabezota eres, ¿pues no ves que ahora el cuerpo es de ese lobo?.

- Un caballero bajaría a darle sepultura al cuerpo.

- Un caballero no habría gritado como un poseso a un pobre lobo.

- Mejor me lo pones. Venga, vamos.

- Vale, bajaremos, pero si luego el lobo me ataca y tengo que matarlo, no protestes también.

Extrañamente la espada no hizo ninguna réplica.

Tras el rato que le costó improvisar una antorcha, la bajada fué sorprendentemente fácil. Pese a la apariencia externa de la gruta, al avanzar unos metros la grieta se ensanchaba, formando un camino descendente perfectamente regular. Poniéndo baldosas en el suelo y antorchas en las paredes, y limpiando la espesa capa de polvo de las paredes, podía haber pasado perfectamente por los subterráneos de un castillo. Y Garold les cogió un miedo irracional a esos sitios desde un pequeño incidente en el que conoció a su espada. Aún así, fueron las cacerolas las que sonaron en modo de protesta.

- Esto no me huele bien.

- Ya estamos. ¿De qué te quejas ahor.. - Un vuelco de su sistema nervioso, unido al pequeño salto que dió hacia atrás le impidieron terminar la frase. Tardó un poco en darse cuenta que el susto lo había provocado con su propia voz. Aquel tunel tenía una acústica por la que habrían matado muchos fabricantes de instrumentos musicales.

- Tienes razón, este sitio no es normal - Esta vez pronunció las palabras en un mero susurro, pero aún así, el pasillo se las devolvió a sus oidos como si de un grito se tratase. No parecía un buen sitio para contar secretos.

- Ahora puedo decirte lo que quiera sin que puedas responderme, ¿verdad?. No querras hacerte daño en los oídos.

Garold fulminó el arma con una mirada, pero ignoró la voz metálica que resonaba en su cabeza y siguió descendiendo por el corredor sin hacer más comentarios, con la antorcha dibujando sombras en las paredes que bailaban burlonas al ritmo que marcaban sus pisadas. Tras haber bajado una distancia mas que considerable, preguntándose cosas como a dónde llevaría ese pasillo y dónde estaría el centro de la tierra, terminó la pendiente y vislumbró la sala. No era muy grande, aproximadamente del doble del ancho del pasillo, pero al ser circular daba un aspecto mucho mas solemne que el resto. Lo único que había allí, era una columna con extraños grabados en el centro, y justo en la base de ésta, se encontraba el cuerpo. La bestia abominable se encontraba justo delante, protegiendo su festín, junto con otras dos criaturas de su misma especie pero aún mas jóvenes. Al entrar en la sala con la antorcha en una mano y la espada en la otra, extrañado, notó que los nuevos gruñidos y sus pisadas volvían a tener la resonancia que deberían.

- ¿Y ahora que?, ¿cuál es tu plan?, oh, espada sabia.

- Podrías asustarles, como hiciste arriba.

- Ya. Como no hacen los caballeros, ¿verdad?. Si al final te gusta mi estilo.

Garold se apartó del pasillo poniendose en uno de los extremos de la sala circular y dejó la antorcha en el suelo, confiando en que los lobos corrieran hacia la salida de la cueva. Sin mirar, apoyó una mano en la pared para afianzar su postura antes de su grito de guerra, y entonces, notó como ésta se hundía ligeramente entre la capa de polvo, y un trozo de roca cedió unos centimetros. Los grabados de la columna titilaron un momento en un tono dorado, sólo un breve parpadeo, y un estrépito resonó en toda la sala, inundándola de polvo y espantándo a las fieras, que echaron a correr de vuelta a la naturaleza olvidando el cuerpo que dejaban allí. Un trozo de la pared empezó a separarse de donde estaba unos momentos antes, formando una puerta abierta en el extremo opuesto a donde estaba Garold. Y la sala dejó de retumbar.

- Mira, grandullón, ¡has descubierto una puerta secreta!

Pero el grandullón tenía en la cara una mueca descompuesta y no respondió.



Continuará...

No hay comentarios: