domingo, 12 de marzo de 2006

Bosque

El sonido que arrancaban las hojas de los árboles al chocar unas con otras le ponía nervioso.

- ¿Cuánto llevamos ya aquí esperando?. Óscar se dirigía a Leo en un tono muy bajo y mirando a todas partes como si hubiera espías entre los arbustos que tenían enfrente.

- Ni idea, tío.

- Tampoco tenían que ir a fabricar la leña, sólo traerla.

Mientras hablaban, los rescoldos de la hoguera parecían moverse inquietos, como esperando comida para continuar alumbrando la noche que se cernía sobre ellos en aquel bosque.

- ¿Has oído eso?.

- ¿El qué?.

- Eso, tio, el ruido. Sshhhh, ha venido de aquellos arbustos, parecía la voz de alguien.

- Anda, dejate de rollos, tómale el pelo a tu padre.

Leo se levantó de repente, acercándose lentamente y con paso sigiloso hacia aquellos arbustos. Al menos, movía su cuerpo de manera que podía considerarse sigilosa, mientras sus pies iban aplastando pequeñas ramas a cada paso.

- ¿Pero qué haces? ven aquí, gilipoyas.

- Shhhh, ¿y si al volver con la leña les ha pasado álgo? - De repente se metió entre los arbustos y desapareció en la oscuridad del bosque.

- Leo.

- Leo, vuelve subnormal.

Se escuchó otro ruido, esta vez con mas claridad, desde la dirección opuesta a la que se había ido su amigo. Y no era la voz de ninguna persona.

Oscar se revolvió en su asiento improvisado con una piedra. Un escalofrío recorrió su columna vertebral hasta la base, y su frente empezaba a aparecer perlada de un sudor frío.

- Venga, salid ya de ahí cabrones, habeis hecho que Leo se fuera a buscaros por allí atrás- Habló otra vez muy bajito, en un tono casi imperceptible para sus propios oídos, mientras su brazo se estiraba para señalar a su espalda los arbustos por donde desapareció su amigo. Aún así, no dejó en ningún momento de mirar la zona por la que había escuchado el ruido. Tal vez por eso, cuando su mano tocó aquella cosa, su corazón estuvo a punto de pararse. Intentó recoger el brazo, lenvatarse y correr todo lo que le permitieran sus piernas. Pero sus piernas no le permitían movimiento alguno. Ni siquiera el resto de su cuerpo se puso de acuerdo en mandarle a su brazo una señal para que volviera. Lo único que sí hizo, en contra de su voluntad y de todo lo que podía considerar lógica, fue volver la cara lentamente hacia lo que fuese que estaba a su espalda. El cuello giró, mientras el mundo se paralizaba para que pudiera saborear aún mas el miedo que sentía. Y se encontró con eso.

Toda duda y lugar a la imaginación desaparecieron como consumidos en la hoguera, y Oscar comtempló lo que había tocado su mano. No mediría menos que él de alto. El cuerpo era de aspecto gris lechoso, y parecía rodeado por una cápa gélida de gelatina alrededor de la piel. Donde las personas tenían los brazos, aquella criatura también los tenía. Parecía un poco mas normal por ello, excepto si bajabas la vista. En los laterales del torso, a la altura del estómago, volvía a tener brazos de nuevo, y estos tenían apoyados los puños en el suelo, cerca de sus pequeñas patas, como si un gorila se hubiera cansado de serlo y pudiera convertirse en una aberración manteniendo sus costumbres.

Pero lo que realmente hizo que Oscar perdiese el conocimiento, fue la cara. Era del mismo tono y textura que el resto de la piel, pero no tenia orejas, ni nariz, cejas o algún tipo de cabello. Lo único que adornaba el óvalo de su cara eran dos ojos anormalmente grandes, negros como pozos de petróleo y de la misma viscosidad. Y colmillos. Ni siquiera vió si estaban atados a una boca, simplemente donde la gente tiene labios, aquella criatura tenía dientes afilados que sobresalían en todas las direcciones, mezclándose incluso unos con otros.

No pudo gritar. Mientras sentía que perdía el conocimiento, su última visión fue que los colmillos en efecto, se podían separar, mostrando un agujero mas negro que las tinieblas, y que los dos brazos superiores le agarraban de los hombros. Dejó de ver mas.




Mientras los padres de Oscar escuchaban de boca del médico su diagnóstico, - intoxicación aguda por alucinógenos -, Leo sacó la mochila de la habitación del hospital, y buscó en ella alguna sustancia que pudiera traerle aún mas problemas por hoy. Nada. No había nada. Registró la mochila entera, pero lo único que encontró fue una carpeta llena de dibujos y mas dibujos con aquellos personajes y criaturas que nunca existirían...

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